LA VIAJERA DEL SILENCIO
LA VIAJERA DEL SILENCIO
Un viaje onírico entre vidas, heridas y futuros posibles
¿Has soñado alguna vez con un lugar que no conoces pero que sientes profundamente tuyo? En este relato íntimo y simbólico, te invito a acompañarme en un sueño que no fue solo un sueño, sino una experiencia que abrió las puertas a otras vidas, tiempos y realidades. Una historia que mezcla recuerdos ancestrales, tecnología distópica y la voz silenciosa de los guías espirituales que caminan con nosotros… incluso cuando no los vemos.
Este es solo el comienzo de un viaje.
Bienvenidos a: La viajera del silencio.
Capítulo I
ecos del tiempo
Nunca supe bien en qué momento empezó todo. Solo recuerdo abrir los ojos dentro de un sueño que no parecía mío, y sin embargo... lo era todo. Estaba sentada sobre una pared alta, observando desde arriba el rodaje de una película. No era espectadora, pero tampoco actriz. Me sentía como si el tiempo me hubiese colocado ahí solo para ver. El actor era famoso, lo reconocí, pero el nombre de la película se me escapa, como se escapan los nombres de las vidas pasadas.
Sentía que lo que estaba viendo ya había ocurrido, que no era ficción… era recuerdo. El aire era denso, y el silencio a mi alrededor tenía una vibración diferente. Como si el sueño fuese real, y la vida que dejé atrás fuese la ilusión. En un parpadeo, el escenario cambió. Me encontré dentro de una casa… un departamento, creo. Me senté en una mesa de comedor, y delante de mí, una chica a la que llamaba hermana discutía con su marido. El tono era agresivo, y aunque yo sabía que no debía involucrarme, algo en mí —algo antiguo y protector— se levantó sin pensarlo.
El hombre estaba en la cocina. Gritaba. Ella lloraba. Y yo… intervine. Me interpuse entre los dos. Lo recuerdo como si fuera ahora: su mirada cargada de ira, el cuchillo en su mano, la ráfaga de dolor. Me apuñaló. Y allí todo se detuvo. El miedo me arrastró fuera de esa escena, como si mi alma no pudiera resistir más. Pero lo que vino después fue aún más sobrecogedor…
Capítulo II
LA TIERRA SIN VOCES
No sé si morí en ese instante, o si solo crucé otra puerta dentro del sueño. Lo cierto es que mi conciencia fue arrastrada a otro tiempo…
…Un tiempo oscuro.
Estaba de pie en lo que reconocí como la Tierra, pero no era la que conocía. Todo era silencio y vacío. Edificios fríos, autopistas desiertas, tiendas sin gente. No había ni una sola alma humana.
Solo máquinas.
Cientos de ellas. Miles. Robots que parecían híbridos de felinos salvajes y acero. Mitad tigre, mitad androide, corriendo por las calles como si patrullaran un territorio que ya no les pertenecía a los humanos. No había cielo azul, solo una especie de penumbra constante… como si el mundo hubiese olvidado cómo amanecer. Caminé O floté. No lo sé, Lo que sé es que nadie podía verme, y sin embargo yo podía ver todo. No había rastro de emociones, de risas, de dolor humano. Todo era precisión y orden vacío. Una Tierra desalmada.
Sentí una punzada en el pecho. ¿Esto era el futuro? ¿Una línea posible de tiempo donde nos habíamos desvanecido? ¿Dónde nuestra alma había sido sustituida por código? eran preguntas que pasaban por mi mente en ese portal perdido. Entre en una tienda que al parecer era de antigüedades, había todo tipo de maquitas de juegos de las mismas que encontramos en los centros de juegos y en los centros comerciales, allí pude darme cuenta que realmente estaba en una vida futura.
Fue entonces cuando los vi.
Tres figuras de luz.
No tenían rostro ni voz, pero su presencia me abrazó. Eran siluetas humanas hechas de pura energía blanca, flotando sobre las ruinas del mundo. Me hablaron sin palabras. Me dijeron cosas que no puedo traducir, pero que mi alma entendió como si lo supiera desde siempre.
“No temas. Esto no es el final. Solo es uno de los tantos futuros que puedes recordar… para no repetirlo.”
Cerré los ojos. Sentí un temblor en mi pecho. Estaba a punto de despertar… o de seguir viajando.
capítulo III
la semilla del recuerdo
Desperté con lágrimas en los ojos. No por miedo, ni por dolor, sino por algo mucho más profundo: la certeza de que aquello no era solo un sueño. Sentía en cada célula que había viajado. Que mi alma había tocado otras vidas, otros tiempos, otros futuros. El actor, la casa, la herida, los robots, los seres de luz… no eran símbolos al azar. Eran fragmentos de una memoria más grande, de un mapa que se está revelando poco a poco dentro de mí.
Desde ese día, algo en mí cambió. Escucho más. Veo más. Siento que todo está conectado y que estos recuerdos dormidos son hilos que debo seguir. Quizás para sanar. Quizás para recordar quién he sido… y quién soy.
Porque sé que no fue solo un sueño. Fue una llamada.
Y tarde o temprano, volveré a responderla.


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